El síndrome de La Habana es un cuadro de síntomas médicos que debe su nombre al fenómeno que experimentaron 21 diplomáticos en la embajada de Estados Unidos en Cuba. De repente, este grupo de personas comenzó a escuchar un sonido agudo acompañado de otros síntomas, como fatiga, mareos, dolor de cabeza y de oído y pérdida de memoria. En 2020, la situación volvió a repetirse, esta vez en China. Muchos de estos síntomas son similares a los experimentados por personas con conmoción cerebral o lesiones cerebrales traumáticas, pero en muchos casos no se han encontrado signos evidentes de lesiones físicas.
Este cuadro clínico ha despertado variados debates dentro de la comunidad científica, debido a su misteriosa naturaleza y a la carencia de evidencias médicas. Sin embargo, algunos estudios han sugerido que podría estar relacionado con la exposición a pulsos de energía electromagnética o microondas, lo que ha llevado a especulaciones sobre posibles ataques con armas de energía dirigida. Estas teorías han sido objeto de controversia y han sido negadas tanto por el gobierno cubano como por el chino.
Por ello, cada avance en torno a este síndrome se recibe con gran interés, tanto por la comunidad médica como por buena parte de la diplomacia. Así, un equipo de investigadores estadounidenses, liderados por los Institutos Nacionales de Salud (NIH), ha revelado que no existen diferencias notables en los escaneos cerebrales u otras pruebas biológicas entre individuos con síndrome de la Habana y personas sanas que no padecen este síndrome.
Aunque estos resultados, publicados en la revista JAMA, proporcionan escasa información sobre una posible explicación biológica de los síntomas, los autores resaltan la necesidad de considerar múltiples factores al interpretar estos descubrimientos. “La ausencia de evidencia de una disparidad detectable mediante resonancia magnética entre individuos con síndrome de la Habana y los controles no descarta la posibilidad de un incidente adverso que afecte al cerebro durante la aparición del síndrome”, señala Carlo Pierpaoli, neurocientífico de los NIH y autor principal de la investigación.
Los investigadores examinaron diversos tipos de resonancias magnéticas para evaluar el volumen, la estructura y la función cerebral en 81 participantes afectados por el síndrome de la Habana, comparándolos con 48 individuos sanos, de los cuales 29 tenían ocupaciones similares aunque no informaron síntomas del síndrome. Los investigadores emplearon múltiples métodos y modelos para analizar los datos. A pesar de su enfoque exhaustivo, el equipo no detectó anomalías consistentes en las imágenes que permitieran distinguir entre personas con síndrome de la Habana y controles sanos.
Una investigación previa publicada en 2019, que comparó una muestra más reducida de personas con síndrome de la Habana y controles, encontró diferencias significativas en los volúmenes de materia blanca y una conectividad funcional reducida en áreas cerebrales auditivas y visuales. Aunque esta última investigación no respaldó esos hallazgos, sí identificó que las personas con Síndrome de la Habana reportaron más problemas de equilibrio y niveles elevados de fatiga, depresión y trastorno de estrés postraumático en comparación con el grupo de control.